David Bowie, el camaleónico artista que revolucionó la música, encontró inspiración en los lugares más inesperados. Uno de los ejemplos más curiosos es “Slip Away”, una balada melancólica incluida en su álbum Heathen (2002), que rinde homenaje a The Uncle Floyd Show, un peculiar programa de televisión infantil que se transmitió entre 1974 y 1998.

Cómo un programa de televisión para niños inspiró una de las canciones más conmovedoras de David Bowie

Bowie descubrió este show en los años 70 y quedó fascinado con su humor absurdo y su estética casera. Aunque The Uncle Floyd Show estaba dirigido a niños, se convirtió en un fenómeno entre adultos, incluidos músicos y artistas que apreciaban su espíritu anárquico y su humor irreverente. “Todos los que conocía corrían a casa para verlo. Era ridículo, pero absolutamente genial”, recordó Bowie en una entrevista.

El programa, conducido por Floyd Vivino, se destacaba por su escenografía minimalista, personajes extravagantes y sketchs improvisados. Entre sus figuras más icónicas estaban Oogie, un títere de ventrílocuo, y Bones Boy, un esqueleto animado, ambos mencionados en la letra de Slip Away.

Originalmente titulada Uncle Floyd, la canción fue escrita en la década de los 90 pero no vio la luz hasta Heathen. Con una instrumentación que evoca melancolía y nostalgia, Bowie plasmó en Slip Away el sentimiento de ver desaparecer un mundo que marcó su juventud. “Era un show que nos hacía reír, y de repente ya no estaba. Es la historia de cómo las cosas se van desvaneciendo con el tiempo”, explicó el músico.

La letra refleja la admiración de Bowie por el programa y la forma en que la cultura pop puede influir en el arte. Con versos como “Twinkle, twinkle, Uncle Floyd”, el tema encapsula la inocencia y el asombro de aquellos días en los que la televisión podía convertirse en un refugio creativo.

Aunque The Uncle Floyd Show no es ampliamente recordado fuera de ciertos círculos, su impacto en artistas como David Bowie demuestra que la inspiración puede venir de cualquier lugar. Bowie, siempre adelantado a su tiempo, encontró en ese modesto show un reflejo de su propio espíritu experimental, convirtiendo un recuerdo de su juventud en una pieza musical inolvidable.

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