Cuando se habla de rock and roll, es imposible no mencionar el nombre de Keith Richards. El legendario guitarrista de los Rolling Stones ha sido el arquitecto de algunos de los riffs más emblemáticos de la historia, desde “Satisfaction” hasta “Start Me Up”. Sin embargo, hay un solo riff que Richards considera insuperable y que tocaría por el resto de su vida: el de “Jumpin’ Jack Flash”.
La canción nació de una noche de desvelo y una inspiración inesperada. Richards recordó que se encontraba en su casa en el sur de Inglaterra junto a Mick Jagger cuando escucharon los pesados pasos de Jack Dyer, su jardinero, caminando bajo la lluvia. “Mick preguntó: ‘¿Qué es eso?’ y yo respondí: ‘Oh, ese es Jack. Ese es Jumpin’ Jack’”. Así nació la frase que daría nombre a uno de los himnos más explosivos de los Stones.
Keith Richards revela el riff de “Jumpin’ Jack Flash” como su favorito, una creación nacida de un encuentro con su jardinero

Pero más allá del nombre, el verdadero corazón de la canción es su riff inconfundible. Richards experimentó con una afinación abierta en sol (open G) y, al instante, encontró una secuencia de acordes que cambiaría el rumbo del rock. “Comencé a jugar con eso y Mick, que recién se despertaba, dijo: ‘Flash’. En cuestión de minutos, la canción tomó forma”, reveló el guitarrista.
Para Richards, “Jumpin’ Jack Flash” no es solo una canción, es una explosión de energía pura. “Tan pronto como agarro la guitarra y toco ese riff, algo sucede en mi estómago. Es uno de los mejores sentimientos del mundo”, confesó en su autobiografía Life. “Simplemente saltas sobre ese riff y te lleva. Se apodera de ti”.
Según el guitarrista, la magia de este riff radica en su intensidad y su capacidad para elevar el espíritu. “Si alguien me dijera: ‘Solo puedes tocar uno de tus riffs para siempre’, yo diría: ‘Ok, dame el de Jumpin’ Jack Flash’”. Para Richards, este tema encapsula la esencia de lo que significa ser un Rolling Stone.

A más de cinco décadas de su lanzamiento, “Jumpin’ Jack Flash” sigue sonando con la misma fuerza que en 1968. Su riff ha sido imitado, versionado y reinterpretado por innumerables bandas, pero nunca ha perdido su esencia. Es un testimonio del genio de Keith Richards, cuya habilidad para crear música inmortal sigue marcando generaciones.
El guitarrista ha tocado este riff miles de veces en vivo, pero aún siente la misma emoción cada vez que lo hace. “Es el tipo de canción que nunca envejece. Siempre me electriza, es como una descarga de adrenalina pura”, afirmó Richards.
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