El arte, por más inocente que parezca, puede ser distorsionado. Y eso fue exactamente lo que sucedió con “Piggies”, una canción escrita por George Harrison para The White Album de The Beatles. Lo que nació como una crítica sarcástica a la clase alta británica terminó siendo utilizada como un símbolo del caos por Charles Manson y su secta.
Manson, obsesionado con la banda de Liverpool, creyó que sus letras escondían mensajes proféticos. Para él, “Piggies” era una alegoría del inminente conflicto racial que llamaba “Helter Skelter”, una guerra apocalíptica en la que los blancos serían aniquilados y su culto surgiría como salvador. Bajo esa lógica retorcida, frases como “What they need’s a damn good whacking” no eran metáforas, sino instrucciones.
La macabra melodía: Cuando la inocente “Piggies” de The Beatles se convirtió en el himno de Charles Manson

La locura se tradujo en sangre la noche del 8 de agosto de 1969. Los asesinatos de Sharon Tate y sus acompañantes marcaron un antes y un después. Susan Atkins, miembro del clan de Manson, escribió la palabra “Pig” con la sangre de Tate en la puerta de su casa, mientras que Patricia Krenwinkel dejó “Death to pigs” en la escena del crimen del día siguiente.
Así, la canción fue manchada por la violencia. Aunque Harrison la compuso como una crítica satírica con clavicémbalo y arreglos barrocos, el contexto criminal la despojó de su ligereza original. Lo que era una pieza menor del álbum blanco, se convirtió en parte del imaginario oscuro del siglo XX.

The Beatles jamás imaginaron que su música terminaría ligada a uno de los episodios más siniestros de la cultura estadounidense. El caso Manson no solo evidenció la facilidad con la que se pueden tergiversar las obras artísticas, sino también el peligro de idealizar mensajes en busca de validación personal.
Hoy, Piggies es recordada no por sus méritos musicales, sino por su involuntario rol en una historia trágica. Una canción satírica que, en las manos equivocadas, fue usada como justificación para el horror. Un recordatorio de que el arte puede ser poderoso, pero también vulnerable a la manipulación.