David Gilmour nunca se sintió del todo cómodo asumiendo el papel de líder de facto de Pink Floyd.
En 1985, dos años después del lanzamiento de The Final Cut, el líder, Roger Waters abandonó el grupo sin mayor arreglo. Su decisión puso fin a la era clásica de Pink Floyd, en la que Waters había estado junto a Gilmour y el baterista Nick Mason. El tecladista Richard Wright, que también fue una parte importante de la carrera clásica de Pink Floyd, ya se había ido en 1981.
A pesar de la marcha de Waters (que desempeñaba muchas funciones, como bajista, compositor principal y vocalista ocasional de la banda), Pink Floyd decidió seguir adelante. La decisión dejó a Gilmour en una posición desconocida.
“Me vi obligado a ser el líder de la banda de Pink Floyd”, admitió el guitarrista durante una reciente entrevista con The Sun.
“Pero siento que un enfoque más colaborativo es mejor para mí”.
Wright finalmente regresó para ayudar a Gilmour a sobrellevar parte de la carga. El éxito de A Momentary Lapse of Reason de 1987 demostró que Pink Floyd todavía podía ser una fuerza formidable, incluso si no alcanzaba las alturas artísticas de la era Waters. Las cosas fueron aún mejor con The Division Bell de 1994, que finalmente ofreció el último gran vistazo de la destreza de la banda.
En su conversación con The Sun, Gilmour expresó su asombro por la forma en que el impacto de Pink Floyd ha perdurado.
“Unirme a la banda y tener toda esa vida con ella fue maravilloso”, admitió el músico.
“Siempre me sorprende que Pink Floyd no se haya desvanecido como lo hacen otros. De alguna manera, ha continuado hasta el día de hoy”.