Kurt Cobain, el icónico líder de Nirvana, dejó un legado musical inigualable, pero también una serie de momentos íntimos que reflejan su complejidad y vulnerabilidad. Uno de ellos ocurrió el 23 de julio de 1993, durante su última sesión fotográfica en el hotel Omni de Nueva York. Realizada por el fotógrafo Jesse Frohman para la revista Observer, esta sesión reveló mucho más de lo que las imágenes mostraron.
Al llegar al lugar, Cobain sorprendió al solicitar un balde de manera educada. “Creo que voy a vomitar”, explicó con serenidad. Frohman, sin saber que el músico acababa de sufrir una sobredosis de heroína, notó algo más allá de su fragilidad. “Parecía frágil, pero increíble al mismo tiempo. Su estilo era algo natural, un verdadero ícono sin proponérselo”, recordó el fotógrafo.
Kurt Cobain posó para Jesse Frohman en una sesión que revelaría la lucha interna del músico.

Para ese momento, el éxito masivo de Nirvana tras Nevermind había transformado a Cobain en una de las figuras más famosas del mundo. Lejos de disfrutar su estrellato, el músico luchaba contra la presión mediática y sus propios demonios. Esa dualidad entre su imagen pública y su dolor personal quedó inmortalizada en esta sesión.
Con gafas de sol y varias capas de ropa, Cobain posó para las cámaras mostrando su estilo desenfadado y único. Sin embargo, su estado físico y emocional reflejaban la carga de una vida bajo los reflectores. Frohman describió el momento como un encuentro con “una estrella de rock en su forma más pura, pero también más humana”.

Poco tiempo después, en abril de 1994, Cobain falleció, dejando al mundo un legado musical que sigue resonando décadas después. Estas fotografías, publicadas por última vez en vida del artista, se han convertido en un recordatorio del hombre detrás del mito, un genio musical marcado por su sensibilidad y lucha interna.
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